¿ES REAL LA REALIDAD? O EL PROFESOR ME TIENE MANIA

Qué es la realidad es una pregunta que han intentado responder filósofos y científicos. Algunas escuelas concluyen que lo que llamamos realidad no existe, y que todo está en la forma que percibimos.
Pero algún consenso existe entre los humanos sobre qué es y no es la realidad, ya que si alguien nos dice que recibe mensajes a través de la TV que le ordenan que tiene que esconderse, la mayor parte de la gente pensará que algo le ocurre mentalmente a esta persona, que le aparta de la realidad, sea lo que ésta sea.
Es cierto que lo que percibimos depende de nuestro sistemas sensorial y nervioso. No vemos el calor como las ratas, no percibimos vibraciones del aire como los murciélagos y no oímos a quilómetros de distancia, pero alguna coincidencia con el mundo y nuestra percepción existe, para que hayamos podido sobrevivir como especie, para que como personas podamos incidir sobre el ambiente con seguridad.

Lo que también es verdad es que nuestra forma de representar el mundo depende de nuestro aprendizaje, pero no todo...el bebé no es una tabula rasa como se pensaba antes. Nacemos con la capacidad de percibir contingencias temporales y de percibir emociones en las caras de nuestros padres, aunque en un primer momento no sepamos decir la palabra que describe la emoción. Ambos tipos de información que se basan en uno u otro aspecto de la realidad (cognitiva o emocional) son necesarias para nuestra supervivencia. Estamos preparados para ver que si lloro mi madre viene a consolarme, o mi madre se muestra molesta y enfadada.
Que aprendamos a dar más credibilidad a la información cognitiva o emocional dependerá de nuestro aprendizaje. No es lo mismo nacer en un ambiente en el que mis necesidades básicas y afectivas son satisfechas, en el que puedo confiar en que si lloro me van a atender, que en otro donde tengo que perder el control de mis emociones para que me hagan caso, o en el que no puedo hacer caso de mi malestar porque si lloro no me atienden. En el primer caso puedo integrar mis emociones con lo que puedo esperar que ocurrirá; en el segundo, aprendo a intensificar mi emoción para que me hagan caso, no puedo confiar en las contingencias sino únicamente en la emoción, mientras que en el tercero no puedo hacer caso de lo que siento porque sólo si no molesto puedo esperar la atención que necesito.

Ya Bowlby en sus primeras formulaciones de su Teoría del Apego relacionaba los vínculos afectivos con el procesamiento mental de la información. Crittenden continúa con ese aspecto y relaciona la forma de información que se considera relevante con las pautas de crianza. No atender a ciertos tipos de información puede ser adaptativo en algunas familias, porque así consiguen la cercanía y la protección de las figuras de apego pero es desadaptativo en otros si no se aprende a enfrentarse a la información no familiar, diferente a lo que estamos habituados.

Pongamos un ejemplo: un niño aprende a hacer muchas pataletas para obtener la atención de los padres. Y así continúa en el colegio, llamando la atención de los demás con conductas molestas en el aula y molestando a los demás para llamar la atención. Si allí consigue atención a través de risas y castigos esta será su forma de relacionarse. Si los maestros le rechazan por eso, lo único que sabe hacer es intensificar sus arrebatos emocionales porque no sabe captar las consecuencias emocionales que produce en los otros, y concluye que el profesor le tiene manía...

Otra distorsión es no tener en cuenta el malestar emocional, porque se ha aprendido a hacer caso sólo al resultado de complacer a los demás. Así alguien puede soportar humillaciones si eso le permite estar con el otro...

Si una persona puede integrar los dos tipos de información, tendrá la adaptabilidad suficiente de ver qué cosas conducen a tal resultado emocional y no a otro, y lo que funciona y no funciona para relacionarse con los demás. En esa integración, se van adquiriendo habilidades sociales y la capacidad reflexiva para manejarse en los distintos estados emocionales con gentes y situaciones muy diversas. Se aprende a integrar cómo nuestra conducta tiene resultados emocionales en los demás.


A pesar de que uno no está fuera de la realidad (la TV no nos envía mensajes), puede tener distorsiones en el procesamiento de la información que dificulten las relaciones sociales e íntimas. Si una persona es siempre la víctima, o siempre el victimario algún patrón de distorsión nos maneja. La repetición de una y otra vez de la forma de relacionarnos nos tiene que hacer sospechar que de algo de lo que nos sucede, no somos conscientes...

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