LA RELACIÓN CON LA MADRE
Las relaciones tempranas son las relaciones más importantes de la vida. Los estudios de apego han demostrado que de nuestras primeras relaciones depende nuestro autoconcepto, la capacidad de empatía y las futuras relaciones de apego, como es la pareja.
La primera relación es la materna. Nacemos de una madre y suele ser nuestra madre la que nos cuida y nos cría; y aún cuando los hombres van haciendose partícipes cada vez más en la paternidad, nada puede suplir nuestro inicio en un útero materno. Si quién nos cría no es nuestra madre, quién lo haga ( hombre o mujer) deberá cumplir entonces sus funciones.
Para los estudios del apego, la madre proporcionará un vínculo seguro si está presente, es empática y sensible a las necesidades del bebé (y luego del niño o la niña) y tiene una buena comunicación emocional. Pero sobre lo que se ha reflexionado poco es qué pasa con esta relación y su valoración en la sociedad patriarcal en la que vivimos y que desvaloriza lo femenino.
Si lo materno no tiene valor, no se le da valor a nuestro fundamento, a la base del ser, a nuestra naturaleza...
Si lo materno no tiene valor, el cuidado, la empatía, la comunicación emocional, el diálogo no tiene cabida más que en el mundo privado
Si lo materno no tiene valor, la mujer y lo femenino es denigrado
Pero además habría que añadir más...en esta sociedad patriarcal judeocristiana, la madre es un uso del hombre para procrearse y continuar su estirpe. Desde Eva, ser mujer es la fuente del pecado y sólo sirve para procrear. Una madre NO es una mujer, sino una hembra gestante. Ya Jung señaló la división en la sociedad entre la madre y la puta. Rosa Leonor Pedro, en su blog Mulheres & Deusas insiste en la escisión de la mujer entre una hembra procreante y una sexualidad reducida al pecado y ejercida como prostitución.
En este panorama...¿en qué queda nuestra relación con la madre?
Para los hombres, en algo de lo que partir y desvalorizar en la adultez. Lo femenino no tiene valor, así que el núcleo de su ser no es lo importante, sólo los trofeos que su masculinidad le obliga. Tanto es así que recuerdo haber leído un artículo en donde se había comprobado que si era la madre la que tenía afición a la lectura y no el padre, el hijo varón no modelaba esa afición, ya que la consideraba femenina...¡a qué punto de desvalorización llega lo femenino!. El hecho social es que, si una profesión se feminiza, pierde valor...
Para una mujer, el modelo de feminidad lo va a dar siempre una mujer incompleta.
Una madre no tiene sexo, ni sensualidad ni erotismo (a no ser que seas un "hijo de puta" y todos ya sabemos que eso no es demasiado bueno) . Una niña no puede aprender a gozarse si no es por los modelos externos, con un modelo de sexualidad masculina, donde el objetivo de la mujer no es gozar de su cuerpo como mujer, sino servir para el gozo del hombre. Y en el caso de la "liberación sexual" siempre se hace desde el modelo masculino, poniendo en riesgo muchas veces su salud y exponiéndose a un embarazo no deseado o responsabilizándose gran parte de las veces de la anticoncepción. La sexualidad "normal" es siempre el coito, modelo de sexualidad-descarga masculina. El descubrimiento de otros modos de goce son siempre minoritarios, desarrollando las fantasías masculinas, o incluso "místicos", pero pocas veces femeninos. Y sin embargo, somos nosotras las únicas que tenemos un órgano cuya única función es el placer. ¿No deberíamos ser entonces nosotras las que podemos enseñar sobre goce sin riesgo ni consecuencias no deseadas?
La relación con la madre, entonces, siempre tiene un carácter de falta, de incompletud. Para los hombres, porque les separa de su base y no se sabe que espera de las mujeres (¿una madre? ¿una amante? ¿por qué tantos maltratos y separaciones cuando nacen los hijos?) Para las mujeres, porque los condicionamientos sociales no permiten nuestra valoración y nos divide entre procrear o gozar como una puta...
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