LA BARCA DE CARONTE


No contaré la última noche de mi madre en la que yo me encontraba sola ayudándole en su último paso. Contarlo sería peor que si contara una obscenidad o hiciera pornografía con mi vida sexual. El erotismo es un arte, mientras que los Carontes sólo salen en algunos cuadros; el tanatismo es un arte macabro, relegado a un día en el calendario.
Caronte acompañaba en el tránsito. Comunicaba los dos mundos, navegando por la laguna, llevando a los muertos a su destino. Esa noche cumplí ese papel y nació en mí un deseo de poder ayudar en la travesía, tener la capacidad de una chamana de comunicarme con el otro mundo, para facilitar la partida de mi madre
La primera vez que recorres la laguna asusta un poco. Está oscuro, hace frío y hay ruidos que estremecen. Pero una vez recorrido el camino, nada de lo que puede pasar recorriéndolo tiene el poder de asustar si aprendes a ser partera inversa. Parece que ayudando a una persona querida a partir, recorres tu propio renacimiento. Renaces como chamana y las sombras pierden su poder tenebroso.

Mi madre no tenía miedo de la muerte. Tenía miedo de morir sola. Y lo entiendo. Todos deberíamos poder partir de la mano de alguien que no llora, alguien que es fuerte y te ayuda, alguien que te acaricia la cara y te calma, como se calma a un bebé recién nacido, cansado de empujar por el canal del nacimiento. Este mundo necesita parteras inversas urgentemente. No deberíamos dejar que nadie muera solo.
Y hay quién hace eso: La Barca de Caronte es una organización de Barcelona que acompaña a aquellos que viven solos a morir acompañados. Aquellos que no tienen quién esté en su entierro, o en su incineración, y que no dejan que esos pasos, esos últimos pasos en este mundo se conviertan en actos administrativos ejecutados por los funcionarios municipales.
Realmente, en el mundo hay hombres y mujeres valientes y compasivos.

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