EL ABANDONO Y LAS AMENAZAS DE ABANDONO
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Sharon Sprung |
Si la necesidad de apego, de sentirse reconfortado, querido y protegido es universal, independientemente de la cultura o la sociedad, tener miedo al abandono es también una característica del ser humano. Cómo manejamos este miedo es algo que aprendemos en nuestras familias de origen. Las sucesivas experiencias de relaciones afectivas, con los amigos y las parejas, nos van reforzando o ayudando a eliminar estos miedos.
Podemos haber tenido un abandono real por una muerte de la madre o del padre, o porque hemos sido dados en adopción. Podemos haber sido educados para que nos valgamos por nosotros mismos siempre y en toda condición, aprendiendo a evitar la intimidad porque las muestras de la necesidad de consuelo, seguridad y cercanía son castigadas como si fueran una muestra de debilidad. En el futuro, para que no suceda ningún abandono, y tal como hemos aprendido, nos alejamos del núcleo íntimo de la relación, aunque esa evitación de la intimidad no sea consciente. También es posible que nuestra primera infancia hubiera sido fantástica, tan fantástica que una experiencia de traición alrededor de la pubertad o la adolescencia haya sido devastadora. Sin embargo, puede que no se haya dado ningún abandono real y aún así, podemos tener un miedo atroz a que nos abandonen.
Por ejemplo, recuerdo una paciente que me relataba cómo su madre hacía la maleta cada vez que ella o alguno de sus hermanos se portaba mal, y les amenazaba con irse de la casa. Otra paciente me contaba como su padre contínuamente amenazaba con suicidarse si su madre no hacía lo que él quería. Y algo mucho menos dramático pero mucho más habitual, es la amenaza de meter en un reformatorio o internado a los hijos díscolos.
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Sharon Sprung |
En las familias, es una práctica que debe ser erradicada como parte de la educación parental. Los niños no tienen capacidad para ver la realidad o no de la amenaza, y educarlos con miedo a ser abandonados es condenarlos a ser personas inseguras. Incluso si se portan mal o son niños conflictivos, la amenaza con abandonarlos les puede someter, pero no les enseña. Es mas, es probable que en la adolescencia eso se convierta en un boomerang para los padres.
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