LA TRAGEDIA DE LA ENVIDIA

La envidia es un sentimiento humano que tenemos todos en algún momento. Ya hay otra entrada en donde cuento que no todo es negativo en la envidia: puede ser un motor de cambio.
Pero no siempre es así. He conocido personas que se corroen por la envidia y se dejan atrapar por ella, dejando que motive sus actos...y pueden hacer mucho daño. Es lo que pretenden.

La envidia llena a la persona que la siente, de rabia por lo que los otros tienen y son, buscando oscuras razones para destruir a la persona que posee lo que envidiamos. Si lo que se envidiara fueran sólo posesiones materiales, la rabia de la envidia puede ir encaminada a destruir el objeto, como hay niños que rompen los juguetes de los hermanos. Cuando lo que se envidia es la persona, es a la persona a la que se quiere destruir.
Esta envidia está en la base del mobbing en el trabajo y el acoso escolar. Para destruir a la persona, se inician rumores, se la difama, o se desvalora todo cuanto hace. Si el que envidia es el jefe, utiliza todo el poder para menospreciar y estropear todo el trabajo que hace el envidiado. La situación de indefensión ha llevado a muchas personas a la depresión.
También está en la base del acoso moral en la pareja. Las cualidades envidiadas del otro pueden ser su bondad o su entereza, su capacidad en cualquier campo. Las dinámicas que se establecen son perversas. Para destruir al otro, se proyecta en él/ella lo que no nos gusta de nosotro/as mismo/as; por ejemplo, la incapacidad para amar, o la incapacidad de bondad, generosidad,  por la que el otro es valorado por sus amigos. Y así, se utiliza cualquier excusa para hacer creer al otro que es lo más despreciable; que sus comportamientos son indignos, que sus gestos no son bondadosos sino estúpidos. Se puede provocar en el otro una discusión para luego acusar de que siempre estás triste, o amargad@... hasta que la otra persona realmente acaba viéndose por los ojos del otro y acaba sintiéndose miserable.
Los mecanismos son tan sutiles, que es difícil darse cuenta. Todo acontece en el terreno de las microinteracciones, y no todo el mundo tiene la conciencia para darse cuenta de "la jugada". Además, a la persona envidiada, que realmente es bondadosa y generosa, le cuesta ver la envidia en el otro. Como esos comportamientos envidiosos no están en el repertorio de la persona atacada, es difícil que sepa defenderse. Realmente es más fácil para ella creer que lo que dice el otro corresponde a la verdad, que no que sea algo producto de la envidia.

Pero para la persona que envidia, aún cuando puede conseguir el objetivo de destruir al otro, es una gran tragedia. Consigue destruir lo bueno, lo amoroso del otro, pero también destruye en sí mismo cualquier capacidad de bondad o de amor. Cuando destruye, lo que le queda internamente es la destrucción. Su mundo interno estará poblado de cadáveres, cortando cualquier sustento interno amoroso.
Cuando amamos a los demás, aún estando en soledad, la fuente interna de cariño brota. Cuando alguien hace gestos de bondad al otro, su mundo interno está poblado de bondad y amor. Los recuerdos son amorosos y la fuente del impulso vital mana para la persona que ama. Es por eso que en las pérdidas, las personas que quisieron al desaparecido, acaban por rehacerse. Si alguien se ha quedado con el gesto agresivo, cuando alguien desaparece, la culpa que se siente es de difícil repación porque el otro ya no está...
En la persona que envidia, cualquier impulso de bondad o de amor pertenece al otro al que quiero destruir. Así que cuando destruyo, me destruyo...


La tragedia de la envidia es que en el que envidia sólo hay destrucción, rabia, odio...un desierto afectivo y emocional.

Considerada por los católicos un pecado capital, la envidia lleva realmente al infierno interior al que la siente

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