CUANDO LOS HIJOS SON PROLONGACIONES DEL EGO
En una paternidad y maternidad sana los hijos son una parte de nosotros. Decimos "mi" hijo o "mi" hija como decimos mi brazo o mi pierna o mi corazón o mi alma. Una expresión de la satisfacción de ser padres y madres, es que nuestra hija o nuestro hijo siempre son guapísimos, muy inteligentes y niños especiales. De hecho, cuando nace un niño con problemas, una de las partes normales en el duelo de tener un hijo con dificultades o enfermedades, es la de perder esa expectativa de tener el mejor niño del mundo.
ilustración de Thomas Robson |
Sin embargo, no en todas las familias sucede así. Para algunos padres o madres, los hijos no pueden tener vida propia independiente y diferente de sus deseos. En algunas culturas, los hijos son propiedad de los padres. Esto es sangrante en el caso de las mujeres, que son dadas en casamiento. Pasan de la propiedad del padre a la del marido. En las mismas culturas patriarcales, también se espera del primogénito varón que siga el legado profesional o el negocio del padre y para eso le dejan toda la herencia.
Ilustración de Thomas Robson |
Si no somos conscientes de eso, la cadena transgeneracional continúa. Si nosotros no pudimos hacer lo que quisimos, nuestros hijos tampoco. Se cobra la deuda en la siguiente generación, inviertiendo el orden y haciendo que los hijos nos salden la deuda que contraimos con nuestros padres, cuando en realidad los padres han tenido a sus hijos porque han querido y eso no debería generar ninguna deuda. O somos los hijos que Dios ha querido, y eso tampoco debería generar ninguna deuda porque como hijos somos parte del orden natural o divino de la vida.
Dejar de ser un self-objeto para nuestro padre o madre no es fácil. Requiere que a un nivel simbólico les "matemos", que es lo mismo que decir que nos "matamos" como hijos. Además de culpa, también deberemos enfrentarnos con nuestro desamparo, cosa nada fácil si no estamos seguros de nuestros recursos para "sobrevivir" psíquicamente.
Pero es un paso muy importante a hacer porque ante la muerte real de nuestros padres nos podemos encontrar o bien, muy desamparados o con una sensación de que se nos ha ido gran parte de nuestra vida, vida que quizá no deseábamos que fuera así
Vivir por uno mismo sin ser el vicario de nadie puede dar vértigo, pero es lo único que nos puede dar una auténtica sensación de libertad
Ana Cortiñas
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