PENSAMIENTO EMOCIONAL

La memoria funciona con asociaciones. Algo es percibido como parecido a algo que ya vivimos, y nos vienen los recuerdos. Con las emociones pasa lo mismo. A veces sentimos algo que es lo mismo que sentimos en otro momento pasado, y una cascada de recuerdos de todas las veces que sentimos igual, nos viene y nos inunda. Todos los recuerdos tienen el mismo signo, y eso nos puede hacer pensar que siempre ha sido igual. Podemos alcanzar conclusiones erróneas, cuanto menos parciales. Así que concluimos, según el signo de lo que sentimos, que el vaso está medio lleno o medio vacío.
La percepción del mundo y de nosotros mismos está empañada por la gota de tinta en el vaso de agua; la vida es rosa o negra, según el cristal con que se mire...ya lo dice el refrán.

En estos momentos es útil pensar sobre cómo pensamos. Los seres humanos podemos hacer ese ejercicio de salirnos del marco. Es una de las metas de las disciplinas espirituales: ser testigo de cómo los pensamientos surgen y se van. Aprender a no identificarse con ellos. Muchas de nuestros juicios están basados en la emoción que sentimos. No hay eso de razón y corazón, en realidad, sino que nuestros pensamientos están cargados de la evaluación emocional. Tenemos un pensamiento emocional.

A veces este pensamiento emocional es temporal: hoy estamos desanimados, pero sabemos que mañana, una vez descansados y calmados, podremos ver las cosas de otra manera. Otras veces, cuando es una disposición de nuestro carácter, forman una actitud generalizada. Así, nos calificamos de pesimistas, optimistas o realistas.
Cuando se han hecho estudios sobre la objetividad de nuestras actitudes, normalmente se da la razón a los pesimistas. Sin embargo, son los optimistas los que viven más y mejor. Así que ¿qué preferimos? ¿Ser optimistas equivocados o pesimistas objetivos?

Podemos aprender a no ser ni uno ni lo otro: aprender a vernos desde un lugar de "testigos": no dejarnos inundar por los pensamientos emocionales y dejarnos guiar por nuestro deseo y la capacidad de asumir las consecuencias. Eso sí, lo que a mí me parece imprescindible es tener siempre en cuenta al otro; tener en cuenta las consecuencias que sobre los demás tienen nuestros deseos. Eso sí que supone un auténtico realismo, pues ningún comportamiento nuestro, ninguna decisión se hace en un vacío; siempre habrá consecuencias sobre los demás.

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