EL HUMOR Y LOS LÍMITES DE LA RESILIENCIA

Murió el actor Robin Williams y su muerte ha sorprendido a algunos: se suicidó. Una persona que sabe que soy psicóloga me preguntó sobre esa paradoja que se da a veces: la del humorista depresivo y triste. La muerte de Williams ahonda en ese retrato.

El humor, efectivamente, puede ser un mecanismo de defensa. Es un eficaz e inteligente mecanismo de defensa porque a la vez que pone distancia y perspectiva a algo que pasa que puede ser muy trágico, nos socializa. Alguien que hace reír es alguien popular y aceptado por los demás. No nos molesta con sus dramas, o con las tragedias del mundo, sino que nos divierte.

No sé la historia íntima de Robin Williams, más allá de que era adicto al alcohol y la cocaína. Ambas drogas se relacionan con la depresión tanto porque se utilizan como automedicación, como porque su abuso hace a sus consumidores más proclives a la misma, por sus efectos sobre el cerebro.  Sin embargo, no sería extraño que Robin Williams, de niño, hubiera hecho  el aprendizaje de mostrar lo que Patricia Crittenden llama un falso afecto positivo. Hay familias en donde no se acepta que los niños molesten con sus quejas y llantos. Como niños, estamos predeterminados a adaptarnos así que fácilmente aprendemos a mostrar sólo lo que nuestros padres aprueban, o nuestros compañeros de clase  aprueban, sobre todo si somos reforzados por hacer esta adaptación.

Mostrar humor y hacer reír es una buena defensa. Es una defensa resiliente porque nos permite ir más allá de nuestros pequeños dramas. Pero como he dicho en otras entradas, la resiliencia no es una propiedad eterna. No se crea de una vez para siempre, sino que se tiene que tejer continuamente. Ser resiliente significa haber sido herido, y las heridas nos dan una sensibilidad especial. Una persona herida y sensible es mucho más vulnerable a la decepción, soledad y traición, así que a la herida primigenia pueden sumarse otras. Entonces, llueve sobre mojado y una lluvia frecuente y abundante inunda.

Supongo que a Robin Williams se le acabó el hilo para tejer su resiliencia. Y frente a un sufrimiento extremo y que parece inevitable, la salida es la muerte. Dormir y descansar eternamente. No sabemos si alguien le hubiera podido dar más carrete. Sólo podemos conjeturar que él ya no vio esperanza

Que su muerte nos sirva para hacernos reflexionar que la resiliencia no es sólo una propiedad del herido. Es producto de la solidaridad de todos.

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