CEMENTERIOS

Me gustan los cementerios antiguos, donde hay tumbas de piedra y esculturas que son ofrendas a los seres queridos que se fueron. Me gusta pasear sobre todo por los cementerios ingleses, que se encuentran en los jardines que rodean las iglesias. Allí hay bancos donde sentarse, entre las tumbas y los árboles y un césped siempre verde.
Me interesa visitarlos desde que era adolescente, desde esa época en la que me empezó a gustar leer los relatos y cuentos de Poe y Lovecraft. Visitar los cementerios era introducirme en ese mundo de las sombras, lo oculto y terrorífico. Mirar las tumbas, fijarme en las nombres y las fechas, me estimulaba a imaginar sus vidas y sus historias y me hacía sentir valiente por no huir de todo eso.
No a todo el mundo le gusta pasearse entre los muertos. Normalmente en nuestra cultura, la muerte no es un tema del que nos guste hablar. Sin embargo, me he fijado que a aquellos a los que nos ha visitado la tristeza en la juventud, tener un lugar en donde no desentonamos nos ayuda, aunque no seamos conscientes de que visitamos los cementerios por eso. Quizá es un lugar donde no nos sentimos los patitos feos, diferentes de ese prototipo cultural de las películas, de adolescentes extrovertidos y populares que tanto nos daña a los melancólicos.
Y sin embargo, los cementerios están poblados de ángeles. Es un lugar lleno de amor y ternura, y de buenos deseos. Deseos de que sean felices allá donde están y de que los que se fueron, nos cuiden y nos protejan.
Es una pena que la muerte sea un tema proscrito. Todos en algún momento pasaremos por una pérdida, y no poder hablar de ello nos aísla. A veces, es re-traumatizante. Muchos incluso hemos pasado por la experiencia de acompañar en la agonía, y todo lo que vivimos debe ser callado para no molestar a los demás... Tanto tabú hace que los duelos sean mucho más largos y problemáticos.
Quizá no huir de la muerte nos ayude a centrarnos en todo el amor que los que se han ido, nos dieron

Fotografía: Fell in Love With a Girl de Thomas Hawk