UNA MADRE INTERNA

Pintura de Conso Pérez
Quedarse embarazada y parir no hace de una mujer una madre en un sentido psicológico, y mucho menos a un hombre dejar embarazada a una mujer le hace funcionar como padre.
Y para una criatura, nacer a este mundo no le basta para poder sobrevivir en él. La crianza de un humano es larga, y de ella dependen muchas cosas, incluso las estrictamente orgánicas como la de estabilizar y desarrollar algunos sistemas fisiológicos y desarrollar un órgano: el cerebro. Hemos hablado de eso en bastantes entradas de este blog.

Arquetípicamente es la madre la que nos nutre y nos consuela, y en la realidad, suele ser la madre la que cumple estas funciones, aunque no siempre todo lo bien que nos hubiera hecho falta. Cuando eso ocurre, y no siempre hemos experimentado la nutrición afectiva, queda un hueco en nuestra psique que nos hace sentir huérfanos. Muchas veces sentimos el vacío de no tener a nadie cerca (incluso aunque estemos rodeados) y un sentimiento de soledad nos invade. Otras veces, las emociones displacenteras son muy intensas, y como que no hemos tenido la experiencia de ser consolados en circunstancias de estrés y malestar emocional, tampoco hemos interiorizado el consuelo, lo que nos hubiera ayudado a gestionar lo que nos sucede.
No siempre tenemos una madre ausente en nuestro interior. A veces tenemos una madre presente pero cuestionadora, incluso perseguidora, que siempre nos riñe y nos hace sentir mal por todo lo que hacemos. Entonces nos decimos a nosotros mismos que nunca lo haremos bien, o nos podemos sentir culpables por todo, o podemos tener miedo a enfrentar nuestro deseo. Otras veces, tenemos una madre nutritiva pero que habla muy bajito, que no equilibra a un padre que es autoritario y castrador. Las películas internas de cada uno son variaciones sobre estos personajes que nos pueblan, aunque nosotros seamos los únicos actores del drama. Nuestro yo en la adultez, hace de padre, madre, hijo y hermanos, con una única voz, lo que nos hace identificarnos y creernos todo lo que nos decimos a nosotros mismos.

Para poder cambiar todo el guión que se despliega en nuestra vida necesitamos que la madre interna aprenda bien su papel y lo cumpla en nuestro interior. No sé si realmente nuestra psique está conectada a un inconsciente colectivo donde se encuentra vivo el arquetipo de la Madre, aunque realmente todas las personas que he conocido con traumas graves en la infancia saben reconocer lo que hubieran necesitado para crecer de otra manera. Lo que es cierto es que si en la adultez alguien -una pareja, una amiga, un buen terapeuta- cumple ese papel de consolar y nutrir, en la psique aparece un nuevo personaje que nos hace tratarnos de otra manera.

Una de las maneras en las que podemos materializar en nuestra psique a una madre suficientemente buena sea preguntarnos ¿qué nos diríamos, qué haríamos si hubiéramos tenido la madre que hubiéramos deseado? o también ¿si nosotros tuviéramos un hijo o una hija, qué le diríamos en esta situación? Normalmente, cuando nos hacemos estas preguntas, conectamos con una fuente interna de cariño (que creo que todos tenemos aunque a veces sea una fuente muy bloqueada y que no puede manar), y nos acunamos a nosotros mismos, y nos apoyamos y nos ayudamos a seguir adelante.

En esta sociedad, es bastante difícil haber experimentado en todos los aspectos una madre suficientemente buena. Incluso cuando hay madres que consuelan y dan apoyo afectivo, no siempre nuestra madre hubiera sido la persona que nos impulsaría a tener coraje para seguir nuestros deseos. El rol social de la mujer, en el que el destino de una mujer es ser madre, pero no desarrollarse como mujer-persona en su creatividad y sensualidad, hace que muchas mujeres creciéramos escindidas. Eso es válido también para los padres, que raramente apoyarán los deseos de sus hijas. No olvidemos que una mujer que vive según sus deseos puede ser llamada puta... ¿y qué padre quiere que su hija sea una puta?. Para los hombres puede implicar que se desarrollen distintas facetas de su vida con mujeres de dos tipos: las que serían las madres de sus hijos y las que satisfacen sus deseos primarios, las amantes o las putas.

¿Cuánto cambiaría el mundo si hombres y mujeres hubiéramos interiorizado madres suficientemente buenas, que nos hubieran dado suficiente consuelo y nutrición afectiva y que tuvieran claro sus límites y derechos como personas completas?

Dejo la pregunta abierta para quién quiera reflexionar...

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