NACEMOS CON MIEDO, ADQUIRIMOS LA SEGURIDAD



Nacemos en la indefensión. Pocas criaturas hay que nazcan tan frágiles como las humanas. Si no hubiera miedo y llanto que lo comunicase, la especie hace tiempo que hubiera sucumbido al fracaso de la extinción.
Mi llanto suscita la emoción de la compasión y el deseo de cuidarme cuando el otro es empático. Nos abrazan, reconfortan y calman, y así, aprendemos a confiar en que el miedo tiene un fin, porque tras el miedo viene la calma, la ternura. Si algo me duele o me frustra, alguien nos consuela y nos explica. Ese ruido ensordecedor que me sume en el terror, no es más que el cláxon molesto de un coche que oigo en el paseo matutino.
Tras el terror y la ansiedad, una voz me reconforta y tranquiliza.
Aprendo a confiar, me siento segura en este mundo extraño al que he llegado.



¿Pero qué pasaría si ese llanto, en vez de suscitar empatía, molesta? ¿o si no hay una voz que reconforte porque nadie de los que me rodean son empáticos? ¿o si quien me cuida está tan aterrorizado como yo? ¿o si alguien les ha dicho "no malcríes a los niños cogiéndoles en brazos"? ¿o si quién me cuida está tan ocupado sobreviviendo que no me pueden dar la seguridad que no tienen? ¿o si he nacido en guerra?¿en la miseria? ¿o no aprendieron a sentirse seguros?

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