COMPAÑÍA

Náufrago de Sergio Pezzutti
Mi padre tenía un taller de reparación de televisores y cre­cí con el ruido permanente de un televisor o una radio en marcha. Cuando llego a casa enciendo algo: la tele, la ra­dio con las noticias, o pongo música. Estoy tan acostumbrada a ese ruido y a las voces humanas, que no tenerlas me haría sentirme sola. Esas voces que suenan al otro lado de no se sabe dónde, nos hacen compañía y digo nos porque sé que hay más personas como yo. La voz huma­na tiene la capacidad de tran­quilizarnos. Nuestro sistema nervioso está cableado de esta ma­nera. La voz humana implica que alguien está a nuestro lado y nos puede ayudar si lo necesitamos.
Cuando hoy he puesto la tele -que anteriormente había dejado puesta en un canal de cine- estaba empezando la película 127 horas. Es la historia real de un alpinista que cae y se queda atrapado en un cañón de Utah. No he podido acabar de verla porque me ha entrado an­gustia. Si hay algo que me ho­rroriza es estar sola, perdida y tener que luchar por sobrevivir. Jamás he tenido vocación de Robinson Crusoe. Me volvería loca, tendría que coger un coco o una piedra y dibujar una cara como lo hace Tom Hanks en Náu­frago. También le llamaría Viernes. Me daría esperanza de ser rescatada.
La soledad absoluta nos activa el sistema de supervivencia. El sentimiento de soledad es adap­tativo porque nos recuerda que estar solo es peligroso, que somos seres sociales y que necesitamos de los demás. Para que nuestro siste­ma nervioso esté adecuadamente estimulado, necesitamos las vo­ces y las caras reflejando emocio­nes. El alpinista de 127 horas empieza a recordar a su gen­te para poder soportar lo que le pasa. Alguien en completo aisla­miento acaba por alucinar.
No es raro, entonces, quedarse en una relación poco satisfactoria. Te­ner compañía nos da seguridad y nos evita el sentimiento horrible de la soledad absoluta, que sería como quedarse solo en un desier­to, o solo en una isla, o solo en la jungla. Siempre es mejor lle­varse a alguien a una isla de­sierta. Salvo que una misma se convierta en uno de esos héroes solitarios, autosuficientes, capaces de sobrevivir en las peores condicio­nes.
Pero ya hablaremos más sobre la autosuficiencia...
Ana Cortiñas

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