LA (IN)UTILIDAD DE LA VENGANZA

En el cine y en las series se utiliza mucho el argumento de la venganza como una forma de conseguir justicia cuando todo lo demás falla. En la realidad también hay actos vengativos: madres que matan a los violadores de sus hijos, padres que matan a sus propios hijos para vengarse de una situación que no quieren asumir, o simplemente el juego de celos entre amantes.
Es tentadora la venganza. Muchas veces, realmente es la salida a la desesperación que conlleva la impotencia. El deseo de venganza que nos lleva a tramar como realizarla, permite un sentido de control sobre la injusticia, y permite también sentir que se puede conseguir la retribución que uno considera que se le debe dar por el daño o humillación recibido. Realmente, da mucha rabia que los que nos dañan se vayan de rositas, y no siempre la justicia puede actuar. En los pequeños actos de la vida de nuestras relaciones, también hay cosas que se quedan impunes y nos tenemos que aguantar con que los que hieren se lleven la mejor parte de la existencia. La venganza se convierte en la única posibilidad de reparación o retribución.
Pero aquí está la trampa de la venganza: la ilusión de reparación, que no siempre es posible a través del acto vengativo. No siempre se puede hacer daño al mismo nivel (a no ser que queramos convertirnos en malvados) y no sabemos el resultado de ese daño: muchas veces vengarnos no producirá el  reconocimiento del daño que nos han hecho. Y tampoco  podemos dañar sin hacernos daño a nosotros mismos. ¿Cómo podemos aguantar -si tenemos una mínima conciencia- causar dolor a otros? De hecho, el padre que mata a sus hijos si no es un completo psicópata se suicida. Ni  se consigue una reparación siempre, porque el otro se venga de nuestra venganza, con lo que hay aún más dolor. La escalada de la violencia se llega a convertir en guerra.
Es difícil la vida. Tenemos que aprender a convivir con la injusticia, la impotencia y el dolor si tenemos determinados valores y no nos queremos traicionar a nosotros mismos. Sin embargo, siempre tenemos el recurso de la solidaridad, el altruismo y la creatividad. Curiosamente, la reparación  se da cuando podemos asumir con dignidad el dolor y expresarlo, y los demás pueden darse cuenta empáticamente de lo que hemos sentido. Las declaraciones, los escritos, las campañas de concienciación pueden conseguir la conciencia de las consecuencias de ciertos actos, mucho más que la venganza que no genera empatía, sino rabia, dolor y deseo de más venganza.
Me pregunto cuántos movimientos sociales solidarios y cuántas obras no se han creado con el motor de la venganza y sin vengarse, han conseguido lo que la venganza no ha podido

Ana Cortiñas

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