LA HERIDA DE AMOR

El tema trágico de la herida del amor es que opera en el fondo del psiquismo como carcoma de la confianza. Unas vez heridos ya no esperamos que nos quieran, aunque amemos con una intensidad propia del hambriento. Perdonamos traiciones y desprecios, y creemos que debemos mejorarnos para hacernos dignas/os, porque lo normal es que no nos quieran…
Si a esta herida le unimos los condicionamientos de género, los hombres ven normal despreciar el "sentimentalismo" de las mujeres, y las mujeres soportan, como si fuera una prueba de amor al que- yo no diría que no  nos quiere- sino que no sabe cómo querernos.
Por otro lado, el que no confiemos en que nos quieran, nos hace esperar la desilusión. Esto nos lleva a que queramos controlar anticipando los golpes. Este control que pretendemos hacer para no sufrir, no nos deja ver la realidad de las cosas; nos impide valorar con realismo lo que significamos para otros. Su amor resbala en nuestro corazón y, aunque podemos pensar que nos quieren, no podemos dejar que el cariño nos penetre, fecundando nuestra alma en un renacimiento del ser, aquella parte de nosotros que, pese a todos los golpes, está conectada a la dignidad, que es otro modo de llamar al amor incondicional, o fuente de cariño interno.
En las situaciones más dramáticas, esto se convierte en obsesionarnos por quien no nos quiere, y evitamos, huimos o no sabemos estar con la persona que nos da amor. El amor no nos resulta familiar.

Sin embargo no hay nada más bello, ni nada más transformador que los heridos/as podamos sentir el amor y el afecto.  Sería más fácil poder hacerlo si nos desprendiéramos de los condicionamientos del amor romántico, que nos limita las formas en que creemos que podemos sentir el afecto. La pareja es uno de los modos del amor; quizá sea el modo de la juventud, cuando movidos por las hormonas, nos unimos a otro para formar una familia y un grupo (no me refiero sólo a la pareja heterosexual tradicional). Cuando ese impulso se transforma y se amplía, la posibilidad del amor es infinita: amores, romances, amigos y, sobre todo,  sentir que queremos y nos quieren no importa en qué este amor se conforme. Podemos seguir queriendo a quien tanto quisimos, aun cuando no haya ninguna relación tradicional. Podemos querer profundamente a los amigos, y querer perdonando a quien nos hiriera. Un perdón que nace, que surge, que no es resultado de ningún imperativo moral.
Sentir nuestras heridas y contemplarlas en los demás puede tener un profundo reparador y transformador. Sentir el dolor, comprenderlo y comprenderlo también en el otro nos abre una vía al amor, pues la conciencia del dolor nos une al otro. Es la comprensión de que todos estamos unidos por la misma necesidad de afecto, todos necesitamos sentirnos conectados y a todos nos une la misma necesidad de amor.

Que las barreras al amor se descongelen y se deshagan, es una de las experiencias más eróticas que puedan darse. Desbloquear el corazón abre las vías para que el impulso del deseo se torne consciente y recorra nuestro cuerpo con un ansia de evolucionar y expandirse. Y no me refiero a un sentido estrecho de lo erótico, porque cualquier orgasmo cotidiano queda pequeño cuando podemos sentir la conexión con el mundo.

Ana Cortiñas

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