EN SOLEDAD ACOMPAÑADA

Solitude of two. Milt Kobayashi
Cuando estoy en casa sola no me siento sola, pero cuan­do estoy con mi familia me siento más sola que nunca
M

La soledad no siempre es un hecho fisico. De hecho, exceptuando personas mayores que pueden pasar mucho tiempo sin ninguna compañía, o personas que eligen el aislamiento como forma de vida por alguna razón personal, generalmente la soledad es un hecho emocional.
¿Có­mo puedo sentirme sola si estoy rodeada de gente?
La invisibilidad emocional es otra forma de estar solo. Ven mi cuerpo fisi­co, la forma burda de mi exis­tencia, pero no perciben las su­tilezas de mi ser. Y estas suti­lezas no se refieren solo a una sensibilidad oculta, algo que sólo las personas más perceptivas pueden darse cuenta, sino que no advierten los motivos, las nece­sidades o los deseos que llevan a tener una emoción, o una actitud.
Se establece una conversación, pero el interlocutor no escucha realmente, porque no entiende de verdad lo que se está diciendo por su falta de capacidad empática, o por su narcisismo, que le hace escuchar solo para dar un mejor contraargumento. Entonces, se dan razones con las que se niegan las vivencias del que está hablando y la comprensión y la sintonía no es posible. Por ejemplo, alguien puede decir algo así como "estoy sola", y la otra persona sólo ve y argumenta que tiene gente alrededor, que vive con su familia; incluso puede reprocharle que no valora lo que tiene, que se victimiza. Cuando ocurre eso, la sensación es la de no ser vista, no ser entendida, estar solo. Quizá no llegue a producirse una angustia abrumadora, pero sí que queda un vacío, o parece que se está rodeado de una niebla, o se tiene la sensación de estar metido en una burbuja.
Milt Kobayashi
Quizá la soledad en compañía sea la epidemia de esta socie­dad. Nos hacemos compañía, y esto da un cierto sentimiento de seguridad, pero sin tiempo para comprendernos y apoyarnos, lo que se produce es un mero contacto entre burbujas. Con esto, no se llega al horror que puede sentir un abandonado en el desierto o el horror de estar en el mar como un náufrago, pero no puedo confiar en que voy a ser comprendido, visto, valida­da mi existencia. ¿Cuántas parejas se dan compañía que ahon­dan en su soledad?
Sin embargo, nos podemos acos­tumbrar a la soledad emocional. Podemos autoengañarnos con redes sociales, compras, alcohol o deportes, fitness y modelados corporales con los que intentamos rellenar el vacío. Separarnos de la compañía implicaría una ansiedad insoportable si para en­contrar algo mejor tenemos que atravesar el desierto. La sensación de desprotección y desamparo sería mucho más abrumadora que la so­ledad emocional que puede ser soportada, compensada con hedonis­mo, consumismo o negación. Pero no afrontar nunca la soledad emocional lleva a abandonarnos definitivamente a nosotros mismos. No es extraño entonces que acabemos deprimidos. No es extraño que vivamos en una sociedad con tanta gente deprimida.

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