EL DUELO EN EL DIVORCIO

Duelo y separación son los temas clave para los investigadores del apego, nuestra necesidad primaria de afecto. En los estudios iniciales se estudiaban los efectos de las muertes y las separaciones de los padres en la infancia, pero posteriormente empezó a estudiarse el apego adulto. En la adultez, las relaciones de apego se amplían al mundo de los amigos y, unidas a la sexualidad, a las relaciones de pareja. Así que a partir del momento que establecemos nuevas relaciones de apego, estamos sujetos al dolor de su desaparición.

Según los que estudian el duelo en adultos, no todos gestionamos la pérdida de las relaciones de la misma manera. Las relaciones adultas tienen su base en las relaciones tempranas de infancia, por lo que si aprendimos a relacionarnos de una manera ansiosa, manejamos las pérdidas de forma ansiosa. O bien seguimos aferrados mucho más tiempo y con más intensidad al recuerdo de la persona perdida, o bien aparentemente superamos la pérdida muy bien y muy pronto porque aprendimos a desentendernos en la infancia de nuestras necesidades y emociones relacionadas con el apego.  En ocasiones, vivir una pérdida de adultos nos hace revivir el dolor emocional de las carencias del pasado. Pero incluso los que han tenido relaciones seguras y tranquilas van a tener que pasar por un tiempo (desde luego mucho más que este medio año que el DSM-V considera como "no patológico") de añoranza, desconsuelo, desorientación y hasta de falta de sentido hasta poder reestructurar de nuevo la vida. Este período puede ser desde un año hasta cinco, dependiendo del temperamento, de las circunstancias de la vida y del motivo de la pérdida.

Cuando hablamos de duelo, pensamos en la muerte. Lo irremediable de la pérdida nos hace creer que el dolor por muerte es mucho mayor que por divorcio. Sin embargo, Sagrario Yárnoz (profesora de Psicopatología en la UPV), determinó en sus investigaciones que el duelo por divorcio puede ser más costoso y largo que el de una muerte. Ella habla de un período entre dos y siete años.
¿Por qué puede doler tanto un divorcio? A veces, los divorcios son de mutuo acuerdo, después de un proceso de desavenencias y desencantos. En este caso, el proceso de separación no se realiza desde el momento de la separación real, sino que ha comenzado antes,  con el desencanto, en una especie de duelo adelantado como cuando alguien tiene una enfermedad terminal y ha podido despedirse antes de la muerte.  Se dice adiós a la persona de la que te enamoraste, adiós al proyecto en común y a los sueños que se hicieron con esa persona. Todo eso se hace en compañía, y luego queda reorganizarse en la soledad. En otros casos, el divorcio sobreviene de repente: alguien se enamora de otra persona, o le da una "crisis de la mediana edad" y se siente atrapada, dándole la culpa al otro de su insatisfacción. La persona que no quería divorciarse se siente abandonada, incluso despreciada, con lo que tendrá que remontar una herida a su autoestima y autoimagen. Pero no es sólo eso: hay una traición a la confianza por parte de la persona en la que habíamos precisamente confiado nuestra intimidad y vulnerabilidad. La traición no siempre es considerada como al mismo nivel que el desamor, y sin embargo, puede envenenar las relaciones futuras. Tendremos que volver a confiar en el mundo y en otra persona a la que le puede pasar lo mismo ¿y si se enamora de otro/a? No podemos confiar en que si nos eligen, lo hagan de una vez para siempre.

Los budistas quieren consolarse con eso de la Noble Verdad de la impermanencia y el cambio. Tienen razón. Nada dura para siempre (aunque a veces sí que puede durar una vida). Pero es voluntad del amor  permanecer. Pretender consolar una traición con eso del cambio y la impermanencia es desoír la necesidad humana de poder confiar en el otro. Pero la pérdida existe, así que tendremos que aprender a vivir con el corazón roto. Clara P. Estes habla de la importancia de que nos rompan el corazón: es siempre una puerta abierta a la vivencia de otros aspectos del ser humano. No es casualidad que muchas personas que han pasado por duelos se abran a lo que hoy empieza a llamarse inteligencia espiritual.


Ana Cortiñas


Pinturas de Anna Magruder

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